Por Daniela Bambill
La libre expresión en peligro, la libertad amenazada, el atropello a las instituciones, la no división de poderes, el avance sobre la prensa libre, la Fragata Libertad, los dólares tan preciados, la inseguridad, los montoneros, los jueces víctimas de persecución, la corrupción, el 82% móvil, la re contra re elección, la inseguridad jurídica, la asignación a los negros, la República perdida, las notebooks, el miedo, la diatriba conocida contra la Presidenta y hasta un “ándate Pasarella” se pudo leer y escuchar (gracias a los micrófonos de la TV Pública) en las consignas y reclamos.
Miles de personas salieron ayer a la calle, con un merchandising cuidadosamente acético de política partidaria y cotillón casero, miles de personas disfrutaron de una manifestación libre, sin censura mediática, sin represión policial, sin condicionamiento de la dictadura que pregonan repitiendo un apotegma generado por los sicarios de la tinta y alguna blonda y desquiciada señora otrora dueña de un capital político que dilapidó cual ludópata en el Casino.
Fueron miles, las imágenes ilustraban una marea humana en las adyacencias del Obelisco y los diferentes puntos del país, negarlo sería de necios, calificar a esa gente también.
Cada uno de ellos, individuos que manifestaban su bronca individualísima por diversas razones, estaba allí con todo el derecho que le asiste la plena vigencia de la Democracia y la Constitución Nacional.
Cada uno de ellos tiene el derecho a decir lo que piensa libremente, como lo hizo, de pensar como quiere, de apoyar o no al Gobierno Nacional, de leer o no las mentiras cotidianas en letra de molde amplificada por micrófonos y cámaras al servicio del interés de un minúsculo grupo de personas al que le importa bien poco como viven, que sienten, como piensan esos manifestantes.
Ese minúsculo grupo que mantuvo sus privilegios de casta a lo largo de la historia de la Nación y fue mutando de actividad y recursos para asegurar esos privilegios estuvieron detrás de esa gran masa humana, por supuesto esos individuos, en su gran mayoría, no sienten que esto sea así y como los habitantes de la caverna en la Alegoría de Platón se sienten muy cómodos viendo las sombras que solo les permite el cepo mental que les han impuesto a fuerza del aparato de amasar neuronas.
Basta leer las motivaciones y tomar un diario cualquiera para encontrar una tras otra las consignas convertidas en títulos catástrofes, cuándo se ahonda en la conversación las razones que esgrimen con tanta seguridad se van debilitando a fuerza de argumentos. La reacción posterior depende del temperamento de cada individuo y llega, muchas veces, a la irritación exaltada en algún insulto.
Ahora bien, el día después de esa manifestación de bronca e irritación queda una pregunta flotando en el aire… ¿Ahora qué?
No existe en el arco político opositor ni un solo dirigente capaz de encuadrar a esa masa de gente detrás de un proyecto político, sencillamente porque ningún dirigente opositor tiene un proyecto político. Han basado su permanencia en el candelero mediático siendo funcionales a las necesidades de grupos económicos que los solventan, sin construcción alternativa más allá de la crítica y la denuncia compulsiva y sin sustento.
El aparato puesto en marcha para destituir al gobierno de Cristina Fernandez sigue en las sombras, esta vez detrás de ciudadanos y ciudadanas que están convencidos a fuerza de la repetición de clichés y sin espacio político que los seduzca, no se detendrá.
Cuando se habla de destitución no se está exagerando, en América Latina los intentos de Golpe de Estado a Ecuador y Bolivia, el Golpe consumado en Honduras, la destitución de Lugo a través de un golpe institucional, son una realidad. Argentina no está exenta de esto, ya no utilizarán ejércitos, la sociedad no lo toleraría y bajo la aparente defensa de la República y las Instituciones Democráticas están preparando el terreno propicio para asumir el poder que no podrían alcanzar jamás por el voto popular.
Si hacemos el ejercicio de observar y leer las noticias del resto de América la situación no varía respeto de los Gobiernos de la Región y su relación con la prensa hegemónica, no es casual.
Un espacio opositor que canalice los reclamos de esa gente incentivada por el discurso perverso de la antipolítica sería lo mejor que le puede pasar a nuestra democracia, realmente la oposición debería interpelarse y visualizar esta realidad, comenzar a pensar un proyecto de país enmarcado en sus convicciones, escindir esa melange “anti-todo” dejar a un lado las mezquindades y los egos en función de la posteridad, de eso debe preciarse cualquier dirigente político, de pensar en la posteridad más allá de la contingencia de su individualidad.
Hay hombres y mujeres de buena fé que pueden llevar adelante el desafío, no se trata de ganar o perder una elección o más minutos de exposición mediática, se trata del fortalecimiento de la democracia por el bien supremo de la Patria.