domingo, 30 de mayo de 2010
ELLOS NO SON EDIPO
Por Daniela Bambill
“Dicho de manera muy sencilla, lo que sostengo es que, en la mayoría de estos casos, nos hallamos ante un doble asesinato: el de los padres desaparecidos y el del hijo que no pudo ser... “
José Nun, “Diálogo sobre un crimen perpetuo”
Los titulares y las fotos sobre los hermanos Noble Herrera, sus imágenes llorosas frente a las cámaras de TV, las acusaciones de vejación y humillación, el intento por igualar los procedimientos judiciales con las imágenes de los allanamientos y secuestros perpetrados por la Dictadura, las opiniones de los opositores al gobierno, levantando las banderas de los Derechos Humanos , la iglesia hablando de conciliación, los genocidas maquinando una amnistía para conmemorar el bicentenario y miles de palabras como “venganza política, abuso, víctima, mamá, amor, dolor, manipulación” terminan condimentando una gran ensalada en la que lo esencial que no es otra cosa que la justicia plena respecto de los crímenes de lesa humanidad pasa a un tercer plano mediático y una porción significativa de la población avanza sobre el discurso que sostiene no revisar la historia para lograr la construcción de un futuro en paz y armonía.
No debería asombrarnos, el Golpe del ’76 fue aprobado por la gran mayoría de la sociedad, lo hechos que se sucedieron, la realidad sin anestesia destapada luego de la recuperación de la Democracia hizo imposible seguir jugando al juego del avestruz.
Sin embargo, durante veinte años la historia contada a través de los medios fue lo suficientemente naif como para no tocar puntos sensibles a los intereses del poder real en la Argentina, la teoría de los dos demonios, la idealización de los desaparecidos como románticos héroes que se atrevían a pensar diferente , dejando a un lado prolijamente las vidas de estas personas absolutamente politizadas e ideologizadas con una estrategia clara en función de un proyecto y un modelo de País fueron formando el inconsciente colectivo.
Las madres y abuelas de Plaza de mayo fueron constituyendo la imagen de la resistencia, el coraje, y la dignidad sin cuestionamientos de ningún tipo, los organismos de DD.HH en su conjunto, el Banco Nacional de Datos Genéticos, el Cuerpo de Antropología Forense contaron con prestigio social unánime , hasta hace algunos meses, absolutamente a nadie se le hubiese ocurrido observar la actuación intachable de la Justicia en los casos resueltos en materia de restitución de la Identidad… No se habían tocado los intereses del poder real, no se había modificado el status quo…
A partir de 2003 la firme determinación política de instrumentar políticas de estado en materia de DD.HH, poner punto final, si se me permite la licencia para nada inocente, a la impunidad con la convicción que solo a través de la condena y el castigo a los genocidas se alcanzaría la JUSTICIA, que solo a través de la masiva difusión de los hechos, sin importar quienes eran los actores, se garantizaba la VERDAD y que solo a través de políticas concretas que excedieran lo individual, con la institución de organismos testimoniales que vencieran el tiempo se garantizaba la MEMORIA colectiva, el escenario comenzó a cambiar.
Ya no existieron temas tabúes y los negociados de civiles con las Juntas salieron a la luz, los nombres de los civiles que colaboraron activamente con los asesinos aparecieron en listas que sacudieron la tranquilidad que da la impunidad avalada por el olvido y la mentira para muchos.
El caso de los hijos de Herrera de Noble es paradigmático en tanto la ruptura del status quo. Hasta hoy los nietos recuperados por abuelas constituyeron historias individuales de seres anónimos para la mayoría que despertaron sentimientos de aprobación social y acompañamiento de los medios masivos y el mismísimo monopolio llenaba sus páginas con la idea de la restitución de la identidad como cuenta dolorosamente pendiente de la Democracia recuperada.
Marcela y Felipe Noble ya no son bebés, no son quienes seguramente deberían haber sido, esos dos niños están muertos y desaparecidos igual que sus padres, la mujer y el hombre que lloran frente a las cámaras de TV no son otra cosa que el producto de una identidad forjada en la mentira, el egoísmo y la perversidad de quién sabiendo la verdad la niega, la oculta y la ensucia.
Son víctimas, es cierto, pero no son héroes dispuestos a sacrificar el reino. Como en la antigua Tebas hay una sociedad dispuesta a escuchar la verdad develada, pero ellos no son Edipo.
En unas semanas el mito concluirá dando paso a otra historia, la tragedia individual de cada uno de ellos frente a lo evidente y tendrán la opción de arrancarse los ojos para no ver la verdad o desandar sus historias y reconstruirlas.
Mientras tanto dos familias esperan, tal vez cuatro abuelas todavía estén vivas aguardando la paz que les quitaron hace más de treinta años y esperamos también, millones de argentinos que pensamos que solo es posible la construcción de un futuro en paz curando las heridas con el elixir sagrado de la Memoria, la Verdad y la Justicia.
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