No pretendo hacer de este texto un análisis político, sino simplemente una reflexión para compartir y un homenaje a alguien a quién amo profundamente, mi hermano, así que no encontrarán en esto más que un poquito de mis sentimientos.
Hace 18 años supe que mi hermano había elegido otra forma de amar, el contexto social y cultural era uno muy diferente, no hace falta aclararlo.
Cuando lo supe sentí miedo, si miedo… Hoy hasta suena bizarro, pero sentí miedo a que no sea feliz.
Recuerdo esa noche, abrazados en el baño de la casa de mis viejos llorando los dos, él también tenía miedo, de que se entere papá, de lo que podía pasar, de todo. Los dos sentimos miedo.
Recuerdo muchas situaciones en las que hubo enojos, prejuicios, desacuerdos, tiempo perdido, tan solo por el miedo. Mi miedo a explicarles a mis hijos algo que con el tiempo me di cuenta, no necesitaba explicación, ellos, sabios como todos los pibes, lo sabían desde siempre, su miedo a lo que él consideraba discriminación porque no podía entender mi miedo a no saber como enfrentar una situación diferente en la educación de los nenes. Yo que siempre tenía la justa para todas las ocasiones esta vez tenía miedo…
Miedo fue un sentimiento que nos marcó a fuego a los argentinos, el miedo nos mató, nos desapareció, nos quitó derechos laborales, nos paralizó, no nos dejó ser…
Hace un tiempo alguien nos sacudió los miedos con el ejemplo, el miedo de los gobernantes al establishment económico fue arrancado a fuerza del coraje de las convicciones, el miedo a la verdad fue descolgado junto a los cuadros, él marcó el camino que ella continuó, y el miedo a la tapa del diario se reescribió como esperanza en la pluralidad de voces, el miedo a la marginalidad se aplastó con trabajo, educación y salud, y los pibes fueron a la escuela y comenzaron a transitar la igualdad de oportunidades como algo natural, en un país adonde lo natural nunca lo había sido.
Y mi miedo de antaño se fue convirtiendo en orgullo por ese hombre que hace 18 años era apenas un adolescente asustado y que se animó a vivir tal y como lo sentía, que no es más que la manera natural de encarar la vida. Y una madrugada de julio supe que ya no tendríamos miedo, ya nunca más…
Porque somos una sociedad mejor, porque mis nietos ya no necesitarán las explicaciones que no sabía cómo darle a mis hijos y que por cierto no las necesitaban, porque la ampliación de derechos y ciudadanía nos despabiló del letargo que deja el miedo en los pueblos.
Hace un año somos mejores, hace un año la igualdad de derechos es una realidad en esta Patria hermosa, de la que hoy estamos orgullosos.
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