El 24 de Marzo es una fecha clave para todos aquellos que militamos por una Patria, Justa, Libre y Soberana, para quienes entendemos que el sistema capitalista neocolonial impuesto por la oligarquía claudicante, debe encontrar una respuesta popular certera. Así lo entendió hace décadas todo un pueblo, que en los años previos al “Proceso de Reorganización Nacional”, había sufrido por 18 años la proscripción de su herramienta política liberadora y la persecución de sus militantes, el grado de represión llegó incluso a condicionar la utilización de la simbología y el folklore político peronista.
La figura del desaparecido no puede sólo suscribirse a un status jurídico, porque detrás de cada militante caído, había una doctrina, acciones concretas y una utopía en marcha. Negar la identidad política de miles de compañeros, es parte de un ejercicio destinado al olvido, porque existió un proyecto liberador arraigado en la conciencia nacional, con sus virtudes y errores. Este proyecto nos había legado dos herramientas concretas para profundizar la “Revolución Justicialista”: Por una lado, una estructura sindical moderna, movilizada y con un proyecto de poder real, lo cual obligaba a las elites dominantes a negociar cada acción con mucha cautela o lisa y llanamente a reprimir. Por otro lado, una juventud combativa, contestataria, que comenzaba a disputarle la hegemonía cultural y política al stablishment. En estos dos legados, se encontraron los objetivos a vencer que tomó el golpe-cívico militar de 1976.
La desaparición forzada de personas, el secuestro, la persecución ideológica y económica, fueron acciones destinadas a desarticular los dispositivos de poder fáctico propio de las organizaciones juveniles (independientemente si la elección de estas había sido la lucha armada, universitaria o territorial), de las organizaciones sindicales y sus comisiones de base. Mientras la “Doctrina de Seguridad Nacional” y los métodos genocidas del ejército francés utilizados en Argelia, guiaban las acciones político-militares del “proceso”, la “Doctrina Neoliberal” comenzaba con el rumbo desarticulador del Estado de Bienestar, del modelo industrial de desarrollo económico, para poder abrir las puertas al Capital Financiero Internacional, en consonancia con las exigencias de las potencias occidentales.
Las consecuencias inmediatas del desguace del Estado y la Planificación industrial de la muerte, fueron una caída abrupta de la producción nacional y del peso relativo de los trabajadores en el PBI, que para fines de 1974 era del 48.5% y en 1977 se redujo al 24%. Las consecuencias en el largo plazo aún las seguimos pagando: Miles de familias incompletas y burladas en su condición humana, cientos de jóvenes privados aún de su identidad, quienes sufren hasta el día de hoy la represión, una hegemonía Nacional- Popular que se reconstruye muy lentamente, la profundización de la dependencia y el sub-desarrollo, el transformismo de las grandes fuerzas políticas nacionales y el consenso social generalizado en el cual la política constituye un mal endémico de la comunidad.
Hoy más que nunca, entendemos que ante el clima golpista puesto en marcha, por los mismos sectores que fueron partícipes y cómplices del genocidio y la entrega, debemos redoblar la apuesta construyendo una alternativa popular viable y duradera, que garantice la profundización del Proyecto Nacional, llegando a cada uno de los rincones de la patria, porque solo el pueblo salvará al pueblo.
JP CAUSA POPULAR.
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