Por Daniela Bambill
Para dominar, el dominador no tiene otro camino sino negar a las masas populares la praxis verdadera. Negarles el derecho de decir su palabra, de pensar correctamente.
Paulo Freire
El sojuzgamiento ya no pasa por las armas, la tortura, las desapariciones y los asesinatos, el Imperio se ha aggiornado , porque toda colonización tiene un porcentaje de aprobación popular, sin ella estarían condenados al fracaso inmediato.
Cuándo se habla de complicidad civil en las dictaduras de América instaladas a través del Terrorismo de Estado, se hace referencia a esta cuota de anuencia necesaria para aplastar cualquier intento de insurgencia a la opresión.
Hoy sería imposible suponer un ataque militar a la vieja usanza, el asesinato de líderes populares o referentes morales sería un error fatal para la dominación.
La desculturación y desideologización a la que fueron sometidos los pueblos latinoamericanos durante los ’90, y que en nuestro país se ha visto profundizado a partir del el vaciamiento de la escuela pública en tanto contenidos legitimado a través de la Ley Federal de Educación, la banalización a través del entretenimiento burdo y chabacano, el éxito inmediato, efímero, como utopía del individualismo han llevado a nuestra sociedad al paroxismo de la estupidez.
Ahora bien, a lo largo de la historia de la humanidad la opresión ha encontrado resistencia y Argentina no ha sido la excepción, miles de ciudadanos han resistido la embestida desde diferentes trincheras, más allá de la voz monopólica imperante. El proceso de reconquista cultural y política tuvo su punto de inflexión en 2003 con la asunción de Néstor Kirchner, hasta ese inicio, los medios monopólicos colaboraron con la difusión del reclamo respecto de los asesinatos genocidas, difundieron el trabajo realizado por los organismos como Madres y Abuelas, por ejemplo, y festejaron cada paso hacia la Justicia, cada aparición de un Nieto recuperado, montándolos en el escenario de una Patria lastimada que comenzaba a curar sus heridas.
No había hasta entonces peligro alguno que tocara sus intereses más preciosos, la impunidad de la que habían gozado hasta estos años parecía eterna y no necesitaban oponerse a un reclamo que ya había calado hondo en la sociedad.
Madres y Abuelas eran ya símbolo indiscutido de dignidad, lucha y resistencia para todos.
No había peligro en una pseudo democracia en la que el poder real estaba en manos amigas, sin cuestionamientos políticos, era sencillo quitarse de encima a cualquier dirigente, el Sillón de Rivadavia, mito o no, era un espacio de alquiler, una vidriera en la que se exhibía un títere de las corporaciones y al menor intento por modificar esta situación sería castigado con la manipulación del humor popular que solo costaría un par de tapas en los principales diarios del país.
Lo que no contaban los ideólogos del plan de dominación era con la aparición en escena de personajes como Néstor Kirchner, que hizo de su forma de vida un discurso y dejó la vida en la consecución concreta de ese discurso como proyecto político viable y sustentable.
El proceso de reconstrucción del tejido social tuvo su punto culmine con la aparente pérdida en el Parlamento respecto de las retenciones agrarias y la derrota electoral de 2009, la historia nacional nos ha demostrado que ante una situación similar o de menor conflictividad el Gobierno de turno caía indefectiblemente, Cristina Fernandez no era precisamente una Presidenta dispuesta a ceder ante las presiones del establishment, ya lo había demostrado y redobló la apuesta asestando un duro golpe con la presentación del Proyecto de democratización de los servicios de comunicación audiovisual, y como en las grandes familias al descubrir un secreto guardado bajo siete llaves, ya nada volvió a ser lo mismo para quienes estaban acostumbrados a digitar los destinos de la Patria desde una imprenta ni para los postergados de siempre en el festín del pensamiento “teledirigido”.
Se sucedieron Papel Prensa y el conocimiento de la sociedad sobre su adquisición firmada con sangre y la determinación absoluta de comenzar a socavar los cimientos de la corporación Judicial que funcionaba como garantía de impunidad en la figura de muchos de sus jueces, la incansable lucha de Abuelas, la certeza social de que los hijos de la dueña del imperio vernáculo son hijos de detenidos desaparecidos en la última dictadura, las trapisondas para evitar el esclarecimiento, la pérdida de credibilidad de los referentes periodísticos que otrora eran la única voz autorizada para moldear la moral de los argentinos, la aparición de las nuevas tecnologías de la información como arma popular que horizontalizó el discurso, un clima de fervor respecto de la recuperación de íconos y símbolos de patriotismo a partir de los festejos del Bicentenario, la reconciliación definitiva de la sociedad con la actividad política, el aluvión popular en las exequias fúnebres de Kirchner, la oposición desmembrada muy a pesar de la Fundación Libertad, la Fundación Pensar, la NED, artífices ideológicos y padrinos económicos del PRO y la Coalición Civica, hechos que van marcando el cambio de paradigma de una Argentina pensada hacia adentro de la región con un contexto latinoamericano propicio para la integración real y definitiva de las acciones políticas necesarias para la recuperación de la identidad que nos hermana.
Pero el aparato de dominación sigue intacto y es necesario desarticular socialmente tanto brío del populaje enardecido, es necesario destruir, desaparecer, asesinar los símbolos que dan sustento a tamaño atropello de dignidad popular contra los adalides de la moral occidental y cristiana y es allí adónde entre las sombras, se van urdiendo las estrategias canallas que ya no pasan por las armas ni el ataque físico, sino por el desprestigio y las operaciones desde la palabra escrita contra quienes supieron ser el faro en la noche del dolor más absoluto en nuestra Patria.
Las páginas del monopolio se regodean hoy con un supuesto caso de corrupción en el seno mismo de la Fundación Madres de Plaza de Mayo y en la figura de Hebe de Fonafini intentan desarticular el discurso de liberación que millones de personas han internalizado.
En una gran ensalada de veneno y estiércol se pueden leer páginas enteras y escuchar a los sicarios de la palabra en su intento por ensuciar a uno de los símbolos más fuertes de la dignidad y la lucha por los Derechos Humanos en la Argentina.
El detalle con el que no cuentan los mercenarios de imprenta es con que el pueblo que pretenden confundir ha aprendido a leer más allá de sus falacias decoradas con moralina de cotillón, un pueblo que despertó de la anestesia inoculada durante años y no está dispuesto a que le sigan arrebatando la palabra que dio nacimiento al pensamiento crítico más maravilloso que se ha visto en 200 años de historia.
No depararon los francotiradores de defecaciones verbales en la movilización de consciencia popular qué ha despertado ese hecho maldito para la histórica clase dominante que se llamó Néstor Kirchner y encuentra hoy en millones de jóvenes la herencia de los que acallaron a fuerza de desapariciones, sangre y dolor, que han encontrado el faro de pensamiento ideológico que ya no ha de apagarse por más intelectual enfrascado en su mundo quimérico que aparezca a cubrir el vació de una oposición famélica y desnutrida de ideas.
No contaban los defensores de la mentira institucionalizada, del odio irracional y el resentimiento de los malos perdedores con la enseñanza de las Madres y Abuelas que convirtieron el dolor individual en lucha colectiva por la dignidad y han hecho de la paz y el amor sus armas indestructibles.
El ataque a Hebe de Bonafini es una nueva señal en el camino de la verdad respecto de la identidad de los hijos apropiados por Noble. Los enemigos no son improvisados, saben que destruyendo la credibilidad de los símbolos con los que se identifica el amor popular, el camino hacia la impunidad queda allanado.
Y en el camino de la profundización de este modelo de país debemos estar preparados para nuevas embestidas, que solo se contrarrestarán con la militancia sin descanso, con la formación de masa crítica, la recuperación de la palabra es un hecho irrefutable y fundamental en esta empreda, las condiciones objetivas están, dadas las subjetivas dependen de nosotros. Néstor Kirchner ha marcado el camino y “ni un paso atrás” no es ya solo una consigna.
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