Por Juan Manuel Pereira Benitez, Titular de la JP Causa Popular Alte. Brown
Mucho se habla de los medios en los círculos militantes y politizados, poco se ha hablado en el común denominador de la sociedad civil de la posibilidad de transformar la ley de radiodifusión vigente y poco hacen las organizaciones libres del pueblo por generar espacios de comunicación institucional que sirvan como mecanismo de transposición didáctica de las políticas públicas hacia los barrios de la periferia. Si entendemos que la avanzada de la derecha en base al monopolio de los medios de comunicación de masas, constituye una derrota cultural de los que afirmamos la presencia del estado en áreas claves para generar desarrollo a escala humana, es hora entonces, de plantear una estrategia conjunta de comunicación alternativa y este plan debe exceder cualquier identidad anclada en un partido político, pues quien se considere de mínima como progresista, debe comprender con urgencia que el fenómeno de politización y movilización vía Grupo Clarín (entre otros), en este contexto afecta a un gobierno de signo político determinado, pero esto no quita que queden exentos aquellos que hoy no acompañan a la actual coalición oficialista, presentándose como opción superadora. Un plan de comunicación alternativa debe enraizarse en la dirigencia política, gremial, profesional, educativa, estudiantil y religiosa, independientemente del signo político al cual pertenezcan, hablo de un pacto implícito entre los sectores progresistas y revolucionarios de la comunidad nacional en su conjunto, en pos de devolver a la esfera de la acción comunitaria transformadora, las herramientas que hoy le son vedadas, no es casualidad que una de las pocas políticas públicas sobrevivientes de la última dictadura cívico-militar sea la Ley de Radiodifusión. Semejante estrategia debe estar orientada en dos sentidos; por un lado, coordinar las acciones dispersas que hoy realizan grupos políticos, ONGs, comunidades religiosas de base, profesores y trabajadores; por otro lado, apuntar a la creación de un lenguaje emancipador, y sobre este punto voy a explayarme.Andre Günder Frank, en su exposición revolucionaria de la teoría de la dependencia, propone el armado de nuevos conceptos para entender la realidad latinoamericana, Roberto Carri en igual sentido plantea que no debe utilizarse el lenguaje del enemigo, no se trata de inventar un idioma nuevo, se trata de una batalla furiosa contra el sentido común dominante, de la resignificación de palabras, usos y costumbres, en definitiva de una tarea más compleja y ardua.El universo de los mass media hoy nos plantea como valores absolutos la comunicación, el diálogo y el consenso, vuelvo a un escrito anterior entonces, y reafirmo que ningún absoluto es ontológico, es decir, que sea naturalmente predeterminado, sino que todo absoluto es hegemónico, es una particularidad que en la lucha política se vuelve universal.La comunicación así planteada pareciera ser el terreno del no conflicto, de la no violencia y del acuerdo. Sin embargo, esta noción de la comunicación tiene un trasfondo conservador, la sociedad y la política que se plantean sin conflictos en el presente inmediato, son una ficción dominante, así han planteado los neoliberales la arena de disputa por el poder, en donde el Estado no debe hacer política, sino gestionar los recursos emulando la empresa privada, negando la lucha de intereses que existe al interior de toda institución humana, lucha de intereses que se desata por la misma lógica de acumulación del sistema-mundo capitalista.Pero la comunicación tiene sus vueltas, y si bien no podemos plantear que es un reflejo de la mercancía porque sabemos que dichos argumentos terminan en el vanguardismo cultural que se aleja de la racionalidad propia de los sectores populares, entendemos que la comunicación se funda en base a conflictos y disputas que tienen un anclaje material en las desigualdades que se generan al interior de toda comunidad. La comunicación es conflicto de intereses, sino expresa ese conflicto, no tiene sentido el hecho de comunicar, debemos borrar de nuestra mente esa zoncera criolla que nos plantea el maravilloso don de la comunicación como una regresión a la vida intrauterina, donde no hay ni siquiera necesidades por resolver.Lo mismo debemos plantear con respecto a esos absolutos impuestos que son el diálogo y el consenso ¿Con quiénes debemos consensuar? ¿Con quienes debemos dialogar? Voy a apropiarme del razonamiento de Engels cuando estudia el constitucionalismo y afirmo que, el consenso es la carta de paz del vencedor al vencido, no existe consenso y diálogo entre los iguales, en ese caso hablaríamos de un empate hegemónico y de acuerdos por mantener una suerte de “paz armada”, que como en la previa de 1914 puede desembocar en una guerra mundial metafóricamente hablando. En Argentina el empate hegemónico se resolvió siempre vía ruptura del orden democrático, debemos evitar ese punto y aprender de errores del pasado. El acuerdo y el consenso con el enemigo, puede ser una necesidad coyuntural para marcar un piso de no retroceso, pero no puede tornarse el concepto límite de nuestra acción comunitaria, no puede ser una utopía que es buena en sí misma, porque si aceptamos esto, estamos en terreno enemigo.Plantear la discusión más fina con respecto si el problema de la comunicación política actual, si esta derrota cultural es un problema de medios y canales comunicativos o de emisores todopoderosos y receptores que funcionan como idiotas funcionales, si es una cuestión de regulación legal normativa, entre otras cosas, se lo dejo a especialistas en estos temas, porque es una discusión que no está acabada. Por nuestra parte, sólo podemos apuntar el sentido político de una estrategia para la comunicación, es decir, la organización y la coordinación de acciones dispersas y la constitución de un lenguaje emancipador.
No hay comentarios:
Publicar un comentario