lunes, 12 de octubre de 2009

ROCK Y LIBERACIÓN.

Por Matías Díaz
Responsable del Frente Cultural "El Carpo"
Referente de la JP Causa Popular

El rock en tanto música liberadora

¿Que es el rock? ¿Se puede hablar de una ideología rockera? ¿De un modo de ser o vivir rockero? ¿O es solo una manifestación joven de la decadencia en la que está sumida la sociedad occidental desde antaño? Sabemos por la antropología que, el arte surge como manifestación de un problema, una piedra en el zapato que no nos permite llevar a cabo nuestros objetivos trascendentales. Así, el arte es la respuesta simbólica ante problemas que tal vez no tengan solución. La música es arte, pero el rock ¿es arte? El arte convencional muchas veces se contenta con la inacción, solo pone en manifiesto sus ideas escindidas de la praxis. El rock difiere diametralmente en ese punto: la música de rock incita, por su dinamismo y ambigüedad política, a la búsqueda, al conocimiento y a la superación, que jamás puede ser individual, es necesario contagiar al pueblo de esta búsqueda, despertar del letargo, ser vanguardia y retaguardia de una nueva concepción del arte.
Si aceptamos a la cultura como campo de disputa por el poder, la cultura popular es aquella que representa, expresa y defiende los intereses de populares, y en este sentido el rock es una tentadora invitación a la acción directa, transformándose en la música revolucionaria por excelencia. En un siglo de turbulencias, como el pasado, el rock fue hilo conductor de rebeliones, revueltas y posteriormente de silenciosas revoluciones, cambiando la forma de pensar y de vivir de varias generaciones. Esto es innegable.
El rock tuvo su origen en el blues, música de esclavos africanos sometidos al mismo imperialismo del que hoy renegamos. Privados de sus necesidades básicas más elementales, su música es un grito que exige libertad, ahogada por la mano blanca del esclavismo. Si observamos casos como el del cristianismo, en donde un elemento cultural de un pueblo sometido se infiltra hasta los huesos de la nación más fuerte, no es de extrañarnos que una música africana penetre hasta las raíces del pueblo que la somete.
En esta lucha de clases, el vencido no puede derrotar a su vencedor con medios convencionales. Ahí surge la "música liberadora" del oprimido, que contagia a los hijos del opresor y transforma ideas conservadoras en progresistas, entonces, los hijos del opresor, sometidos también al mandato de una cultura excluyente, rompen sus cadenas. Sucedió en Norteamérica, también sucedió en Inglaterra, por eso el rock, más allá de gestarse en países imperialistas, no es la música de los opresores, es la música de los pueblos y más precisamente de los jóvenes, a quienes una sociedad imperfecta les exige perfección, pero la juventud quiere llevar una vida libre de mandatos anacrónicos, de prejuicios que ensucian al pensamiento crítico y creativo, es decir, su imperativo es resignificar con nuevas claves las tradiciones.
La música es variable libertaria, cuando no existe organización que lleve adelante una emancipación del yugo político y económico, la cultura popular y juvenil entonces, se transforman en un camino de liberación certero. El rockero argentino tiene puntos en común con el esclavo negro y el joven rebelde sajón, quiere libertad para su estomago y para su cabeza. Hoy el rock ha perdido parte de ese brillo rebelde, pero aún mantiene una pequeña chispa de esperanza, para los que están abajo en la escalera social, y enciende nuestras almas con ganas de pelear por lo que nos pertenece


Rock y argentinidad. "La Argentinidad al Palo"

Cabe preguntarse: ¿porque se ha vuelto tan argentina una música de origen extranjero?
¿Es parte de la invasión cultural imperialista? ¿Qué nos hace tomar partido por una corriente musical que en sus inicios fue llamada "mersa y extranjerizante"?
Hay mucho oculto en la música de los argentinos. En primer lugar, la música a la que solemos citar como tradicionalmente argentina, que nos distingue entre el resto de las naciones del globo, es parte de la construcción mitrista y oligárquica de la nacionalidad. Podemos citar al folklore del interior de nuestro país, melodías con un origen fuertemente dominado por el factor étnico precolombino sumada a la influencia española. Música de nuestros ancestros, los primeros argentinos: pueblos originarios y descendientes de españoles.
Podemos citar al tango, música de origen inmigrante, inmigrante europeo precisamente. Un conglomerado de ritmos rioplatenses fusionados con elementos italianos y alemanes.
¿Diferimos mucho de los primeros argentinos y coincidimos con los segundos? Ni una cosa, ni la otra, pero lejos estamos de ser pueblos originarios o simples inmigrantes y he aquí la causa de nuestro cosmopolitanismo. Entonces se debe redefinir al argentino, que no es aborigen ni europeo, desde Kusch y Hernández Arregui en la izquierda peronista, hasta la derecha católica han hecho este esfuerzo revisionista con resultados diversos y discusiones no agotadas.
Ninguna música de las pretendidas "autóctonas" tiene un origen puro de raíz en tanto a lo étnico, así como no hay una etnia argentina. Entonces hablar de purismos y extranjerizaciones se vuelve una tarea especulativa y poco fáctica.
Toda música argentina tiene algo "no argentino" porque nuestro origen común no existe en tanto grupo étnico, somos de muchos lugares. He aquí el quid de la cuestión: la duda del argentino sobre su identidad. Entonces ¿Cómo se define al argentino? ¿Qué tienen en común hijos de inmigrantes, indígenas y mestizos? No compartimos grupo étnico, ni religión, ni la estructura productiva. De hecho la segunda, la religión, ni siquiera es argentina: el cristianismo (religión oficial) es una religión disidente de la tradición hebrea, que se difundió por Roma y por ende a España. ¿Qué hay de argentino en ello? Nada y todo.
Entonces llegamos a la conclusión que buscar la respuesta a nuestra identidad en los orígenes ancestrales es un error mayúsculo. Lo que nos hace argentinos es en realidad esta tierra que nos cobija, que hemos dado en llamar nuestra, que nos hace fuertes, grandes y gloriosos. Nada más.
Lo que nos hace argentinos no es el grupo étnico, la religión, o la actividad característica de la economía. Un error grande que hemos cometido por décadas es hacernos llamar gaucho, pampa y mate en el extranjero, fomentar una visión del argentino en el exterior basada en el campo, en la producción de materias primas. Visión generada por la oligarquía roquista y su modelo agroexportador, agradable a ojos imperialistas y por ende perjudicial para el argentino promedio, proletario y obrero. Fue el General Perón el que rompió con eso, desde el proyecto político, económico y social, pero no así desde el anclaje cultural. Argentina abandonó la santa trinidad "mate-gaucho-pampa". Argentina se volvió productora de manufacturas, y posteriormente de ideas. Y si nuestra tierra cobija diferentes identidades étnicas, culturales y posteriormente económicas, la identidad debe venir por otro lado. Ser argentino es nacer en argentina, Y lo argentino es, por ende, lo que hacemos los argentinos. Así de simple y así de complejo. Se ha de transpirar por hacer crecer el lugar en donde nacimos y las actividades que realizamos los argentinos para ser argentino, nada más. El argentino es el que ama a su tierra argentina y a su gente, sin importar cuanto le haga sufrir, porque su origen es este y no otro.
La música argentina es la que es tocada por los argentinos en su idioma, y la que la lirica imprime sentires y devociones propias de esta tierra y este pueblo.
Entonces el rock es tan extranjero como nuestros bisabuelos que poblaron el país trabajando y haciéndolo fuerte que, luego tuvieron a sus hijos cantando en Español, hablando de cosas de nuestras. Así se hizo argentino.
Con la invención de la radio, el avión y el fonógrafo, el rock no necesito de inmigrantes que lo trajeran a nuestro país. Pero su carga política se fue filtrando en la cabeza de varios jóvenes allá por la mitad de la década del 60'. Creció bajo la dictadura de Onganía, por ende el reclamo de liberación social, política y económica conjuga perfectamente con el de la liberación de las ideas que también plantea el rock. El rock generó plena identificación con el reclamo joven.


Rock argentino y política

Recordar la promesa de prosperidad e industria que hizo Perón, ausente en la época que surgió el rock argentino, fue el hilo conductor de los muchos movimientos políticos entre la década del 60 y hasta el regreso del líder.
La argentina sufrió transformaciones en su ausencia y los sectores en lucha se dividieron. ¿Qué rol cumplió el rock en todo esto? Había una juventud politizada que desdeñaba al rock, otra que lo escuchaba, y otra que solo lo consumía sin poner en práctica los planteamientos que esgrimía. ¿Qué pasa con el rock? Que a veces suena tan bien que se pierde su mensaje en la música, a la inversa de lo que pasa con otros géneros musicales con mensaje, que son desoídos porque musicalmente no atraen. Ayer portado por una juventud politizada, de clase media, que criticaba al consumismo y al conservadurismo, hoy es bandera de otros sectores humildes, que no pueden plantearse la crítica a la sociedad burguesa, porque no pueden alcanzar ni siquiera consumo, es más lo anhelan ¿Ha dejado de ser música que expresa la crítica? No, pero se han sumado algunos códigos propios de la cultura popular de la transición democrática, códigos de barrabrava, el fenómeno de la futbolización, que atenta muchas veces, contra la propio sentido común de supervivencia. Esos códigos heredados de una ideología del desinterés hacia el prójimo, de indiferencia hacia lo que algún momento pudimos llamar comunidad. Hoy al citar esa última palabra se nos viene a la mente "la comunidad movistar", una comunidad ficticia de consumidores de telefonía celular de una empresa de intereses extranjeros. Una cruel paradoja. "Si se perdió la noción de comunidad como esperar que se la respete" pensará más de uno, justificadamente. Dentro de una sociedad se generan pequeños grupos de jóvenes que al verse librados a su suerte intentan convivir en grupos que comparten su visión del mundo, las tribus urbanas, un concepto de microcomunidades, concepto contemporáneo y ligado profundamente al rock. Pero es a su vez un concepto desunificador, un concepto de segregación de voluntades, que a la larga persiguen uno o varios objetivos en común paradójicamente.
Códigos de destrucción por un lado y tribus urbanas por el otro, han dado sendos golpes bajos al rock como música liberadora, degradándolo por momentos a un simple bien de consumo. Pero aun queda quien quiere reivindicar el rol revolucionario del rock y sus virtudes como bien cultural y no solo de consumo; esas virtudes que a mitad del siglo pasado marcaron un antes y un después en la forma de vida de la juventud. Por eso rock y no otra música; el rock supo ser ideología y debe seguir siéndolo, no debe unirse al stablishment, no debe ser funcional al imperio, como lo son otros productos culturales.
Porque el rock fue sinónimo de libertad, tal vez económica, tal vez de pensamiento, tal vez de obra. Y debe seguir siéndolo, no debe apagar esa llama que incita a los jóvenes a rebelarse pero bien, usando el pensamiento crítico y su sentido de comunidad nacional. Y los que podemos comer todos los días y comprar libros, debemos contagiar nuestro espíritu, ser arte y parte de una labor de formación, desde nuestra trinchera, el rock es cultura masiva y popular, es una arma, aprovechémosla, porque entre todos debemos impulsar esa fuerza que nos lleva a luchar contra lo que el imperialismo y la oligarquía nos imponen, nos hacen consumir y nos quieren hacer creer.
El Rock fue y debe seguir siendo revolución y liberación.

No hay comentarios: