Por Daniela Bambill
Hay un nuevo clima entre la gente respecto a la percepción de la realidad y se siente en la sociedad un renacer de la voluntad participativa ciudadana.
El atropello soberbio de la única voz mediática, la postura inflexible que termina convirtiendo en grotesca las actitudes de los opositores al Gobierno Nacional tuvieron finalmente un efecto contrario.
Pero sería ingenuo creer que esto es suficiente para reconstruir un sistema político que constituya las bases sólidas para la consolidación total de la democracia que tanto nos costó parir.
La participación espontánea de ciudadanos en función de un tema específico , entonces, no necesariamente se transforma en construcción de un proceso colectivo.
No es la idea de esta reflexión quitar mérito ni oponerse a esta situación que, repito, es un poco de aire fresco ante el agobio del boicot mediático imperante.
Todo lo contrario, para quienes militamos activamente en política, este fenómeno debería disparar un debate real en términos de la falta de representatividad que sienten los ciudadanos con respecto a los dirigentes políticos.
La atomización permanente del sector progresista es la clave de la fortaleza de la derecha nacional.
Ellos están juntos, no importan las diferencias insalvables que puedan tener , hay un objetivo muy claro respecto de los intereses que representan . Nosotros en cambio nos vamos agrupando de a poquitos marcando las diferencias con el otro, que a lo mejor radican simplemente en una cuestión semántica y entonces nuestro objetivo se diluye en mil debates ideológicos diferentes para hablar de lo mismo y ver de qué manera podemos demostrar que el prestigio intelectual de aquel grupo es superior al de este y en términos de política partidaria sucede exactamente lo mismo, la diferencia está en que la lógica no pasa por la discusión intelectual sino por cuestiones mucho más concretas.
Será muy ingenuo o políticamente incorrecto pensar en la construcción real y no contentarme con fenómenos que aunque extremadamente positivos y bien intencionados no terminan constituyendo un proceso de construcción colectiva sino en explosiones coyunturales que se acaban cuando se resuelve el motivo que originó la explosión?
La apatía hacia los partidos políticos no es exclusiva de ninguno, en el imaginario colectivo los partidos son hoy una especie de corporación sin acceso real a la toma de decisiones en dónde unos pocos intentan capitalizar la acción de la mayoría en beneficio propio.
La construcción política supone la comunión de ideas, objetivos y estrategias en función de un proyecto común pero ese proyecto no se cristalizará sin acceso al poder real.
La Constitución Nacional establece la forma representativa de Gobierno en su Artículo 22, esa representación solo puede darse a través de los partidos políticos, la idea de participación como individuos sin compromiso partidario queda, entonces, en explosiones coyunturales.
Por qué no preguntarnos ahora hasta dónde somos capaces de comprometernos y construir a pesar de los disensos lógicos inherentes a la heterogeneidad de los individuos.
El sistema de partidos tan bastardeado por el grueso de los ciudadanos no logrará reconstituirse sin la participación plena en ellos, por consiguiente el anquilosado axioma que reza que los políticos son la antítesis del ciudadano honesto seguirá siendo levantado como bandera de los supuestos neutros de ideología y partidismo, dicho esto último de manera despectiva por ellos, que a la hora de gobernar solo hablan de gestión y paradójicamente sus gestiones son paupérrimas, tal es el caso de Macri en la Ciudad. Un proyecto programático de gobierno indefectiblemente está ligado a una ideología determinada, si no entendemos esto estamos muy lejos de lograr reconstruir los lazos sociales rotos en el sentido de construcción política.
Recuperar la participación en términos partidarios es la garantía de fortalecimiento del sistema democrático.
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