sábado, 24 de abril de 2010

POLITICA Y MULTIMEDIOS


Por Gallego Fernández

Los grandes teóricos del Frente Grande, notables constructores de mayorías, acuñaron a principios de los noventa, la frase: “un minuto de televisión, reemplazan 100 militantes”. Lo que no aclararon, fue el para que, o el objetivo político, de esta mutación.
Toda la acción política se concentraba en seducir periodistas, y luego a los empresarios de los medios con mayor alcance comunicacional; acuerdos implícitos explícitos, sugerencias periódicas de los responsables de redacción; eran el cenit de la actividad política.
Se indicaba puntualmente que cuestiones no se podían señalar desde la política, si alguien deseaba procesar en la opinión pública su liderazgo, en casos excepcionales, el multimedio también sugiere que postura adoptar frente a temas que luego de publicados, sirven para operar en beneficio de sus intereses; es así como estos eximios intelectuales de la post-modernidad, un día manifestaban que la convertibilidad nos arruinaba a los argentinos; para luego considerarla inalterable, como si fuese parte de la naturaleza.
La nueva práctica, ya no requería construcción de consensos militantes, sino empleados del aparato político, los cuales nutrían su discurso, a través de las declaraciones de sus lideres en los medios masivos de difusión.
Toda oposición con posibilidades ciertas, de obtener resultados favorables en la competencia electoral, fue escaneada por las empresas mediáticas; de esta manera el Chacho convenció al resto de las fuerzas que integraban el Frente Grande, que en su visión de mayorías no estaban el PC, PCR, Curas tercermundistas, movimientos sociales, y todo aquello que aventase sospechas para el Stablishment.
A partir de ahí, el Frente Grande, con la UCR, fueron el mejor instrumento para que el multimedio formase parte de las decisiones del menemismo, convirtiendo el carácter de oposición de estas fuerzas, en un elemento extorsivo para sus intereses. Los detalles y descripciones, lo dejo librado a la voluntad de quienes deseen investigar y editar un libro, solamente me remito a dos cuestiones: el Satélite que obtuvo Clarín, y el marco jurídico que permitió la concentración de multimedios, cuestiones nunca objetadas por las estructuras de los partidos liberales.
El objetivo de máxima, en aquellos años noventa, donde las ideologías se encontraban sepultadas, era modificar la ley para que las organizaciones sin fines de lucro pudiesen disponer de un medio alternativo. A la luz de la ley actual, no hay objeción posible, que pueda empañar el carácter revolucionario y hasta transgresor, en tanto es superadora de la normativa vigente en países cuyas democracias se consideran avanzadas.
Sobre este proceso se abre el interrogante, de si los multimedios fueron los responsables de una práctica política que despreciaba las visiones ideológicas, la teoría y proyectos políticos, la militancia y la organización popular; o por el contrario la política y el ejercicio liberal de la democracia, es la que determina los atributos políticos de los multimedios, para operar en función de sus intereses y los sectores dominantes.
No es de menor importancia reflexionar sobre las afirmaciones que atribuyen a los medios, la capacidad de manipulación y la formación de conciencia en nuestro pueblo.
El doble carácter que posee un multimedio, de operador político y comunicador masivo, tiene como lógica crear desde la comunicación, una situación de debilidad en un factor de poder institucional, público o privado, sobre el que desea imponer sus decisiones.
En esta práctica, es que la mayoría de politólogos y semiólogos, observan y los analizan, como formadores de opinión, los resultados de las investigaciones terminan en construcciones teóricas, que demuestran como imponen sus decisiones políticas, en beneficio de los sectores dominantes a los cuales pertenece el multimedio.
De ser así, que marco teórico puede explicar, el grafiti, que daba cuenta de la manipulación, expresando: “Cuando los medios dicen que llueve, es porque nos están meando”. Es indudable, que a la frase la antecede, una serie de hechos, donde quedó expuesta lisa y llanamente la mentira y la manipulación.
Es temerario considerar, que el sentido del quehacer humano y las relaciones sociales que lo producen, es incorporado a través de los medios masivos; que la jerarquización de la sociedad se debe a la construcción simbólica de estos, desde la valorización de estéticas y pautas de consumo; y que pueden naturalizar de manera indefinida, la desigualdad y los mecanismos de dominación. Aceptar esto es considerar que la conciencia es una vasija, a la espera del mensaje, que le de existencia; es negar que la actividad humana, modifican las ideas y desde ella hace su recorrido la conciencia; no se puede hablar seriamente del mensaje del medio, sin considerar previamente la conciencia del receptor y su visión política-ideológica.
Reducir los procesos políticos al control sobre los medios, es visualizar a nuestros compatriotas como objeto de la política, el pueblo sería siempre predicado, nunca sujeto del proceso, es la visión del idealismo, en la cual, la realidad que construye el hombre, y su conducta, está orientada por ideas absolutas, sin dialéctica posible entre el sujeto y el objeto.
Los hechos políticos e iniciativas del gobierno, seguramente tendrán un relato dividido, toda vez, que el pueblo sea objeto de una decisión política; no importa en cuanto beneficie a las mayorías, si la decisión en el estado, no es el resultado de una praxis colectiva, expresada en crecientes niveles organizativos, se anula la posibilidad de legitimar la decisión en un práctica real de la democracia, y la posibilidad de situar la organización popular como vanguardia. Queda entonces dirimir el sentido de la medida, por la calidad y masividad comunicacional, donde la organización y movilización popular actúan como retaguardia.
La estatización de las AFJP y la ley de medios son dos ejemplos, en los que puede observarse el carácter de objeto o sujeto de nuestro pueblo, son dos medidas que favorecen los intereses de las grandes mayorías. No es entonces la calidad comunicacional o el alcance de los medios, la que divide el relato en los sectores populares, sino la forma en que se produce el hecho político y el rol pasivo o activo, que el pueblo tiene frente al mismo.
Toda iniciativa del gobierno, que cuente con la legitimidad que construye la organización política en el pueblo, anula la capacidad de resistencia de la oposición política, ya que la disyuntiva, es apoyarla o expresar los intereses de la minoría, en donde los medios, cuanto mayor masividad tengan, más exhiben la manipulación si intentan propiciar un relato, en defensa de los sectores dominantes. No se puede tapar el sol con la mano, y no se puede calificar como chusma la movilización del 17 de octubre. En términos muy actuales, hubiese sido sensacional que todas las expresiones populares que apoyan este gobierno, debatiesen la ley de entidades financieras para luego presentar el proyecto.
Si bien lo señalado con anterioridad se corresponde con las iniciativas de nuestro gobierno; el enemigo también diseña iniciativas propias, y no sólo respuestas en la que puede disputar su interpretación; cada iniciativa del enemigo, siempre tienen en su diseño, un montaje comunicacional, hay una operación mediática para manipular la opinión. Pero también en este caso, es la naturaleza de los hechos o los pronunciamientos, lo que permite el montaje y el relato del enemigo.
Cuestionar el gasto social, la inversión en obra pública, o el uso de reservas, es para la oposición un conjunto de datos empíricos, que nutren el argumento de un espiral inflacionario, pero el hecho que sustenta el relato, no es precisamente estas iniciativas del gobierno, sino las iniciativas monopólicas que incrementaron los precios, sin justificativo alguno, y los pronunciamientos de la iglesia frente a la pobreza. Nos vemos obligados a disputar el relato sobre las causas de la inflación, porque no tenemos capacidad desde la organización popular y el estado, de controlar el mercado, si la tuviésemos, no habría inflación y no estaríamos disputando el relato, sobre sus causas.
Es en el proceso y la organización política, de nuestro pueblo, donde se construyen las herramientas comunicacionales, y no de manera inversa; si no hay proyecto político, iniciativas políticas para militar, organización para canalizar las demandas populares; estos instrumentos de poco sirven a la hora de disputar el poder, a los sectores dominantes.
La pluralidad de voces, se materializa, si existe la organización política previa, de lo contrario las voces son opiniones individuales o sectoriales, que no tienen ámbitos y escenarios precisos, para actuar y disputar poder; lo político se reduce a la pura reflexión, o a comunicar ofertas electorales, y presentar los líderes plebiscitados como mercancías.
Persistir en legitimar los liderazgos, desde los medios y a espaldas de la organización política, es perpetuar prácticas, en el laberinto de la democracia liberal, antagónica a la democracia real, donde el Movimiento Peronista, es una herramienta para la autodeterminación del pueblo, y vínculo permanente entre el pueblo y el estado.
Por último, si la posibilidad de acceder a instrumentos comunicacionales, no es parte de una construcción política de los sectores populares, existe un enorme riesgo para sortear las limitaciones económicas; en tanto es un gravísimo error considerar, que la derrota sobre los multimedios actuales, elimina el relato de los sectores dominantes y derrota la ideología que expresan; la capacidad económica que poseen, les posibilita adaptarse a la nueva ley, y desde las pautas publicitarias, contar con igual o mayor alcance.
Un proceso revolucionario construye sus propias herramientas comunicacionales, la ley actual, nos brinda enormes posibilidades, pero si no contamos con un marco estratégico que se sustente en la organización política, si desde ello, no se pueden procesar las demandas populares y vincularlas al estado con propuestas políticas, habremos derrotado a Magneto, pero seguramente los sectores dominantes ya tienen en su agenda quien lo reemplaza. Clarín es una batalla importante, en la larga lucha por la liberación, pero la victoria, no nos asegura la derrota de la oligarquía y del sistema capitalisma como productor de un orden social injusto.

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