viernes, 9 de julio de 2010

Espejitos de Colores Parte 2: El Estado capturado


Por Nicolas Duran
"Pienso que las instituciones bancarias son más peligrosas para nuestras libertades que ejércitos enteros listos para el combate. Si el pueblo americano permite un día que los bancos privados controlen su moneda, los bancos y todas las instituciones que florecerán en torno a los bancos, privarán a la gente de toda posesión, primero por medio de la inflación, en seguida por la recesión, hasta el día en que sus hijos se despertarán sin casa y sin techo, sobre la tierra que sus padres conquistaron".

Thomas Jefferson, 1802.



Hace más de doscientos años atrás, uno de los padres fundadores de los Estados Unidos ya había previsto el peligro de dejar las finanzas públicas en control de los bancos. Como destaqué en la primer parte del texto, las crisis del capitalismo desatadas durante el siglo XX y en la actualidad tienen como origen el mismo factor e incluso los mismos actores: los bancos. Los grandes banqueros norteamericanos, los Rockefeller y los Morgan entre otros, ejercieron una influencia nefasta sobre la economía americana buscando la desregulación total del mercado monetario y el control del mismo por parte de la banca internacional. Fueron los grandes beneficiarios del crack de la bolsa neoyorquina en 1930, de ambas guerras mundiales (de hecho, de la mayoría de los conflictos armados) y de la última crisis que azota todavía en la actualidad a gran parte del planeta. Lograron esto a través de dos caminos, el primero fue el de la concentración en sus manos del poder financiero desregulado y el segundo, interviniendo indirectamente en las elecciones democráticas, aportando fondos para las campañas (cabe aclarar que no sólo lo hacen para un candidato, sino para todos, otorgan fondos tanto a los demócratas como a los republicanos, de esa manera se aseguran que quién sea que este en el gobierno responda a sus intereses). Dicho “modus operandi” se estableció con los años con más fuerza y echó raíces en la realidad política norteamericana y, globalización mediante, se convirtió en un modelo “for export”.


El análisis del rol del lobby de las principales compañías multinacionales y de la banca nos demuestra que el avance neoliberal no significó un retroceso del estado en la regulación de la economía sino una verdadera captura de éste por los poderes económicos a nivel mundial. Esto fue posible en primer lugar por la caída del muro de Berlín y el bloque soviético dando fin así a la bipolaridad en el mundo, dejando la puerta abierta para la mundialización de la hegemonía del capital transnacional. Como bien afirma el sociólogo suizo Jean Ziegler, autor del libro Oro Nazi entre otros y una de las mentes más notables de la izquierda contemporánea, un tipo de capital se ha independizado del resto: es el capital financiero. Se ha desligado porque ya no reconoce legislación ni territorio alguno y es el único poder en el mundo que nunca duerme. Cuando se cierran las bolsas de Tokio y el pacífico abren las de Nueva York, Chicago y Europa. Vemos así como este actor siniestro jamás descansa y recorre el planeta las 24 horas sin tener ninguna nacionalidad, frontera o jurisdicción que respetar y dicho sea de paso, ninguna autoridad. Ha capturado al estado porque acaparó el control de la economía global y por su carácter extraño a todo territorio escapa fácilmente a toda ley que regule su movimiento y acción. Por otro lado, mediante la financiación de campañas y compra de políticos vasallos del nuevo orden, obtiene representación política y cuando las cosas salen mal sólo debe mover una serie de piezas en el tablero económico para generar una desestabilización total que provoque un cambio de gobierno por otro de su agrado. Por algo los presidentes hoy en día se preocupan en primer lugar por los indicadores económicos y los intereses de los fondos buitres que abundan en el escenario mundial, es porque dichos datos y las presiones recibidas por los mismos son los que les indican cuál es su margen de decisión en materia fiscal, de educación, salud, etc.


Este nuevo orden mundial ha logrado a su vez socavar todos los derechos civiles y políticos vulnerando completamente el sistema de representación. Esto sucede porque las decisiones de relevancia ya no se toman en los ministerios o secretarías del estado sino en las juntas directivas de las grandes corporaciones financieras que deciden a su antojo qué políticas convienen a sus intereses para luego ponerlas en acción mediante el lobby y la presión sobre los gobiernos nacionales. Ya no es el campesino, ni el obrero, ni el estudiante el que decide mediante su voto el futuro de su país sino el accionista el que posee verdadero poder de decisión. El imperio económico que se cierne sobre el globo cuenta con más poder que sus predecesores, más aún que el que ningún Papa, rey o emperador han tenido jamás. Su hegemonía es invisible a simple vista, no reconoce territorio, jurisdicción ni leyes y por otro lado, sus representantes reales no son conocidos ni elegidos por nadie, escapando así de todo tipo de control popular y estatal. Quienes identificaron a Bush, Blair o Aznar como los mentores de la invasión a Irak se equivocan completamente, deberían fijar su mirada en Halliburton o el centenar de entidades bancarias y empresas que se vieron beneficiadas por la guerra. Dichos supuestos líderes mundiales son simples títeres de los verdaderos amos y señores del tablero global. Para comprobar lo que afirmo sobre el escenario mundial actual basta con investigar sobre las políticas del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial y sus recetas económicas, la estrategia escondida de dominación, los recortes fiscales impuestos a los países mas necesitados, etc. La banca ha tomado el poder desde hace años y pretende ir por más, violando sistemáticamente los derechos de los pueblos y acrecentando su hegemonía constantemente. Las crisis que vive el capitalismo, cíclicas como se nos pretende hacer creer no son más que meras maniobras finamente planeadas, como la desatada en 1930 que, mientras muchos la califican como un desastre financiero que afectó a todo el mundo, dejan de lado el hecho de que los principales bancos consolidaron su predominio haciendo quebrar a miles de entidades más pequeñas y absorbiéndolas luego, eliminando así toda competencia. Ni hablar de la crisis actual en la que JP Morgan encabeza la lista de las más beneficiadas. Al respecto, les recomiendo ver la película Zeitgeist y Zeitgeist Addendum que hacen referencia a estos acontecimientos entre otros, se pueden ver libremente por internet y a pesar de tratar otros temas de distinta índole no tienen desperdicio en absoluto.


Como argentinos nos tocó comenzar a sufrir drásticamente éste modelo económico global durante la dictadura militar mediante el plan económico de Martínez de Hoz (apellido infame en la historia argentina desde sus comienzos) que desreguló completamente el mercado financiero, lo cual trajo aparejado una época nefasta para nuestra economía, la de la plata dulce y la bicicleta financiera. La crisis no tardó en llegar y como hoy podemos apreciar en la crisis actual, fue el estado mediante el ajuste, el rescate de las empresas y entidades en quiebra con capitales estatales y la estatización de la deuda privada, el que como buen sirviente de los intereses económicos, acudió a su rescate dejando desamparada y haciéndole pagar los platos rotos a la gente. ¿Les suenan muy familiares dichas recetas? ¿No son las mismas que la oposición nacional, verdaderos cipayos de los capitales multinacionales exigen que apliquemos? Si, son exactamente iguales, como las que aplican a su vez los lideres de derecha de la Unión Europea. Luego nos tocó seguir con la recuperación de la democracia y el golpe económico a Alfonsín, el menemato con las privatizaciones y el monstruoso crecimiento de la deuda pública y el final esperado después de tanto manoseo, el estallido en 2001. No es coincidencia que desde hace más de treinta años venga sucediendo lo mismo. Se repiten las medidas económicas, se suceden los gobiernos, llegan las crisis y, como es de esperarse, se repiten las medidas de salvataje económico. Todo esto lleva a pensar en lo analizado anteriormente: ¿realmente hay alguien detrás de todo esto que se mantiene oculto y que mueve los hilos de la economía global y mantiene capturados a los estados?. No es otro actor que la banca internacional, como lo afirma Ziegler y por lo afirmado hasta aquí y en la primera parte de éste texto las pruebas son contundentes. Nos encontramos frente a un nuevo orden mundial que permanece escondido y que domina nuestras vidas desde el tranquilo velo del anonimato, que ostenta un poder terrible, controlando y manteniendo nimbados a los pueblos por el miedo establecido a través de los medios de comunicación. Es libre de toda noción de territorialidad, control estatal y cuyo accionar puede desatar guerras y descalabros económicos de gran magnitud.


A pesar de lo dicho hasta ahora, nos encontramos ante un gigante con pies de barro que tiene como principal punto débil su propia voracidad y subestimar constantemente el verdadero origen del poder social: la voluntad del pueblo. Millones son los desposeídos en el mundo y la cifra de las muertes por hambre, enfermedad y guerra se encuentran en constante aumento. Sin embargo, hay una voz que nunca calla, es la de la conciencia de los pueblos que los llama a despertar del eterno aletargamiento mediático y existencial en el que están sumergidos. Es el mensaje de los que ya no tienen nada más que su humanidad y que piden a gritos a nuestros líderes y nuestras fuerzas políticas que hagamos caso a su llamado de auxilio. Es preciso abrir los ojos y recuperar lo que es nuestro, lo que nos arrebataron mediante el engaño y el fusil: la soberanía popular. La lucha que tenemos por delante representa uno de los desafías más grandes de las últimas décadas, el de reconquistar el poder de decisión de nuestros votos y nuestra voz. La batalla por la ley de medios nos ha demostrado que no son invencibles y que nos tienen miedo, saben que si nos damos cuenta de donde hay que golpearlos su castillo de naipes se va a derrumbar como todos los imperios se han caído. Como dice el dicho “hay que poner el cascabel en la cola al gato” para que ya no pueda ir y venir a su antojo. No obstante, la pelea que se aproxima para los defensores de este proyecto nacional y popular jamás va a ser completa porque, como destaque con anterioridad, nos encontramos frente a un poder de carácter mundial. Servirá para aumentar las herramientas del gobierno nacional para regular la economía y administrar la nación con más libertad. El éxito final dependerá de los esfuerzos coordinados a nivel internacional y regional que se realicen en esta dirección. Los bancos y el capital financiero ya no pueden permanecer desregulados, su control debe regresar a los estados nacionales para recuperar la toma de decisiones y para devolver al pueblo sus derechos libres de toda influencia extraña a sus intereses. Todos estos argumentos y circunstancias determinan la imperatividad de la necesidad de una NUEVA LEY DE ENTIDADES FINANCIERAS que nos devuelva las riendas de la economía y de las finanzas para profundizar el modelo productivo y en detener la salvaje especulación financiera y el constante lobby con el cual presionan y mantienen de rehén al estado nacional. Esta urgencia ha surgido en todo el planeta a través de distintos proyectos como el que el presidente Barack Obama pretende realizar para evitar el futuro surgimiento de burbujas financieras y controlar las transacciones de dicha naturaleza, hasta el que el gobierno nacional esta barajando (con muchas similitudes técnicas entre ambos cabe destacar). Llego la hora de cavar la trinchera y prepararnos para la lucha que se aproxima, en frente están los grandes grupos económicos y financieros junto a los capitanes del ajuste que se encuentran en la oposición. La victoria dependerá de la coherencia con la cuál encaremos la lucha y la unión de nuestros cuadros a todos los niveles, desde la difusión en los barrios, el boca en boca, hasta la movilización masiva en las calles. Si alcanzamos la victoria o nos devora el “lobby feroz” depende de nosotros, por lo pronto, como escuche en alguna película hollywoodense por ahí, sabemos que tenemos algo que ellos no tienen: una causa justa por la que pelear.

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